HACE treinta años exactamente, es decir hacia finales de 1981, Norma Editorial incluía en el número 1 de su nueva revista Sargento Kirk (p. 2) el primero de varios anuncios promocionales de un soberbio portafolios que Antonio Hernández Palacios dedicó al salvaje Oeste. Incluía éste diez magníficas láminas, dibujadas en blanco y negro, donde el artista representó a diversos personajes propios del Western (5 indios y otros tantos blancos) en actitudes muy características del género. En este sentido, no faltaban los típicos paisajes desérticos jalonados por las habituales mesas calizas, los cactus, y otros elementos inseparables de la iconografía del Far West, como son la patrulla, una carga de la caballería, un explorador del ejército, jefes indios, carretas, etc. El trabajo había sido realizado unos meses antes —seguramente en el verano de ese mismo año 81, pues el propio artista confesó haber aprovechado las vacaciones para hacerlo— y fue reproducido por Norma a un tamaño (33 x 45 cm.) casi igual a los originales y en un papel de muy alto gramaje, aunque la calidad de los negros y la línea dejaba bastante que desear. Según rezaba la página promocional que puede verse abajo, la tirada consistió en 1.000 ejemplares y un
servidor tardó bien poco en hacerse con uno de ellos (que, a día de hoy, conservo como oro en paño).
De hecho, los ejemplares que actualmente siguen circulando en venta de segunda mano, alcanzan precios realmente prohibitivos; incluso diría que, en ocasiones, algo exagerados. Yo tenía la idea de que la pieza me costó dos o tres mil pesetas de la época, pero lo cierto es que en la hoja de promoción se pedían 1.000 pesetas en sellos de correos para que te lo enviaran de la editorial, luego eso debió ser lo que pagué por ello. Aunque quizá lo comprara uno o dos años después de salir al mercado, de ahí que guarde en mi memoria la idea de que fue algo más caro y la diferencia de precios. En todo caso, y aunque hoy pueda parecer una minucia ese dinero suponía todo un capitalito para cualquier jovenzuelo de principios de los años 80 del pasado siglo.
La primera vez que me topé con una referencia de este magnífico trabajo del maestro madrileño —especialmente adecuado para su vistoso y realista estilo gráfico— fue en las páginas del diario Hoja del Lunes, en la sección dedicada a cómics que firmaba Ana Salado. Debió de ser en el mismo año 1981 —a juzgar por el sentido de inmediatez con que el texto se refiere al portafolio—, pero no puedo decirlo con absoluta precisión, pues en su momento cometí el error de no apuntar la fecha del periódico e ignoro cuándo se publicó el artículo exactamente.* Lo que sí conservo, por el contrario, es el recuerdo muy vívido y nítido del momento en que volvía a casa con el diario entre las manos, devorando el artículo e informándome de lo "nuevo" que había publicado el que, por entonces y sin ninguna duda, era mi dibujante de tebeos favorito.
La noticia de la aparición de esta obra también salió publicada en otros medios generalistas, como por ejemplo El País del 26 de noviembre de 1981. Allí, en la edición de mañana, un artículo firmado por Fernando Samaniego se refería al acto de presentación del portafolios que ese mismo día iba a tener lugar, a las 17:00 horas, en la tienda Totem de Mariano Ayuso, con exposición incluida de las diez ilustraciones originales e inéditas dibujadas por Antonio. No tuve ocasión, entonces, de asistir a este evento, pero ¡quién me iba a decir a mí que, apenas tres años después, y cuando ya conocía a Hernández Palacios, tendría la oportunidad de ver una de esas láminas —la de Mangas Coloradas— colgada en las paredes de Totem y expuesta para su venta al público (tal como ya señalé, en su momento, en otra entrada).
De todos es sabido el gusto y la afición que Antonio sentía por la Historia. Toda su obra tebeística es una prueba palpable de ello. En este sentido, una de las máximas que guió su actividad como autor de tebeos fue la de "enseñar deleitando". No sorprende, por tanto, saber que le habría gustado incluir junto a las láminas del portafolio las biografías de los personajes retratados, dado que todos fueron históricos y porque para recrearlos utilizó una base documental y fotográfica importante (que, como ya sabemos, era un rasgo característico del autor).
Quizá convenga finalizar esta entrada incluyendo unas declaraciones hechas por Antonio en el mismo acto de presentación del portafolios y publicadas en el artículo de El País reseñado. Dan una idea muy precisa de lo que pensaba el dibujante madrileño y resultan pintiparadas como colofón de este comentario.
Como pueden imaginarse todos ustedes, seguiremos hablando de Antonio Hernández Palacios en próximas entradas. Hasta entonces les dejo con las siguientes imágenes...
De hecho, los ejemplares que actualmente siguen circulando en venta de segunda mano, alcanzan precios realmente prohibitivos; incluso diría que, en ocasiones, algo exagerados. Yo tenía la idea de que la pieza me costó dos o tres mil pesetas de la época, pero lo cierto es que en la hoja de promoción se pedían 1.000 pesetas en sellos de correos para que te lo enviaran de la editorial, luego eso debió ser lo que pagué por ello. Aunque quizá lo comprara uno o dos años después de salir al mercado, de ahí que guarde en mi memoria la idea de que fue algo más caro y la diferencia de precios. En todo caso, y aunque hoy pueda parecer una minucia ese dinero suponía todo un capitalito para cualquier jovenzuelo de principios de los años 80 del pasado siglo.
La primera vez que me topé con una referencia de este magnífico trabajo del maestro madrileño —especialmente adecuado para su vistoso y realista estilo gráfico— fue en las páginas del diario Hoja del Lunes, en la sección dedicada a cómics que firmaba Ana Salado. Debió de ser en el mismo año 1981 —a juzgar por el sentido de inmediatez con que el texto se refiere al portafolio—, pero no puedo decirlo con absoluta precisión, pues en su momento cometí el error de no apuntar la fecha del periódico e ignoro cuándo se publicó el artículo exactamente.* Lo que sí conservo, por el contrario, es el recuerdo muy vívido y nítido del momento en que volvía a casa con el diario entre las manos, devorando el artículo e informándome de lo "nuevo" que había publicado el que, por entonces y sin ninguna duda, era mi dibujante de tebeos favorito.
Foto del recorte de periódico a que hago referencia en el texto. El original está
mucho más degradado por el paso del tiempo de lo que yo recordaba y
demasiado amarillento (lógicamente, he retocado la imagen un poco)
La noticia de la aparición de esta obra también salió publicada en otros medios generalistas, como por ejemplo El País del 26 de noviembre de 1981. Allí, en la edición de mañana, un artículo firmado por Fernando Samaniego se refería al acto de presentación del portafolios que ese mismo día iba a tener lugar, a las 17:00 horas, en la tienda Totem de Mariano Ayuso, con exposición incluida de las diez ilustraciones originales e inéditas dibujadas por Antonio. No tuve ocasión, entonces, de asistir a este evento, pero ¡quién me iba a decir a mí que, apenas tres años después, y cuando ya conocía a Hernández Palacios, tendría la oportunidad de ver una de esas láminas —la de Mangas Coloradas— colgada en las paredes de Totem y expuesta para su venta al público (tal como ya señalé, en su momento, en otra entrada).
Escenas ambientales de un poderío gráfico aplastante y un realismo insuperable
De todos es sabido el gusto y la afición que Antonio sentía por la Historia. Toda su obra tebeística es una prueba palpable de ello. En este sentido, una de las máximas que guió su actividad como autor de tebeos fue la de "enseñar deleitando". No sorprende, por tanto, saber que le habría gustado incluir junto a las láminas del portafolio las biografías de los personajes retratados, dado que todos fueron históricos y porque para recrearlos utilizó una base documental y fotográfica importante (que, como ya sabemos, era un rasgo característico del autor).
Goyathlay (1823-1909), más conocido como "Gerónimo". Líder de los apaches Chiricahua que murió viejísimo
y plácidamente, en la reserva, después de haber dado un trabajo considerable a los "rostros pálidos"
Dashodahae (1790-1863), conocido como "Mangas Coloradas". Gran jefe de los apaches Mimbreños.
Había sido educado como cristiano, pero una serie de injusticias y de maltratos de parte de los
blancos le empujaron a la guerra. Fue torturado, asesinado, ultrajado y decapitado
en Fort Mac Lean, adonde había sido llevado después de ser atrapado
a traición. Era suegro de Cochise.
Bidu-ya (1825-1880), más conocido como "Victorio". Líder de la banda chihenne de los apaches Chiricahua.
Luchó junto a Mangas Coloradas y Cochise, perdiendo la vida, con 77 de sus guerreros, en una
emboscada que el ejército mejicano le tendió en los cerros de Tres Castillos, en Chihuahua.
Quizá convenga finalizar esta entrada incluyendo unas declaraciones hechas por Antonio en el mismo acto de presentación del portafolios y publicadas en el artículo de El País reseñado. Dan una idea muy precisa de lo que pensaba el dibujante madrileño y resultan pintiparadas como colofón de este comentario.
Sencillamente extraordinario. ¿Hace falta añadir algo más?
«No me interesan las historias de buenos y malos. He querido presentar a estos personajes reales de una forma humana, sin la tipología y estereotipos producidos por el cine de Hollywood, y al mismo tiempo resaltar la contribución europea, especialmente de España y Francia, en el nacimiento de Estados Unidos. Casi todos estos salvajes de Nuevo México hablaban español. Como dato curioso, el nombre del apache Mangas Coloradas se debe a que fue monaguillo».
Intenten olvidar la mala calidad de la fotografía y observen con atención la portentosa realización gráfica
de esta ilustración. La soltura de la pincelada, su ductilidad, la maestría con que se maneja el
tramado y se reproducen las diferentes texturas... Una labor impresionante
«En el fondo me gustaría reflejar una historia que fue muy hermosa y la contribución importante de Europa. La industria del cine de Hollywood falsea la historia a cambio de dinero, con personajes de indio malo y rubio bueno. Prefiero los personajes de carne y hueso, como lo que intenté al dibujar la historia del Cid o la serie de la guerra civil española».
Pincel frente a plumilla para resaltar planos y crear profundidad de campo. Obsérvese, además, cómo
en los elementos del fondo el maestro madrileño apenas si ha introducido manchas de negro,
potenciando ese efecto de distancia que resulta imprescindible aquí
«Todos los detalles de vestuarios o ambientación que llevo a los dibujos, por lo que alguna vez me han acusado de barroquismo, no obedecen a una razón estética, sino que cumplen una función narrativa, son elementos para ser vistos y leídos, con objeto de que se puedan identificar. Lo importante es la narración, contar a través de las imágenes y los textos, dentro de un obligado proceso de síntesis».
Como pueden imaginarse todos ustedes, seguiremos hablando de Antonio Hernández Palacios en próximas entradas. Hasta entonces les dejo con las siguientes imágenes...
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* Actualización realizada el 31/10/2011 a las 22:11: Gracias al valioso comentario que ha dejado escrito en esta entrada mi querida amiga Balsera —fiel seguidora de este blog y perspicaz fémina que se prodiga en él menos de lo que debiera— todos ustedes tienen ahora la oportunidad de acceder a una copia del artículo de Ana Salado bastante más decente que la escaneada por mí del recorte original que conservo. Además, ya sabemos también, con exactitud, cuándo se publicó dicho artículo, de modo que podemos reconstruir mucho mejor todo el proceso de publicación y promoción del portafolios de Hernández Palacios. Por todo ello, ¡gracias, Balsera! Te envío un beso virtual.