lunes, 11 de noviembre de 2013

REFLEXIONES SOBRE LOS DERECHOS DE AUTOR: A PROPÓSITO DEL TINTIN DE HERGÉ

© MacDiego


ESTÁ claro: el negocio es el negocio y la pela es la pela (que, en el fondo, viene a ser lo mismo). Y cuando se trata de dinero, ni Arte, ni cultura, ni leches. Lo que importa es el maldito parné... ¿Y por qué digo todo esto? Pues porque a través del diario El País pude saber hace unas semanas que, mediante una triquiñuela legal, los herederos de Hergé tienen pensado evitar que los derechos sobre Tintín y sus aventuras caduquen y pasen a ser de dominio público. Una situación que ha debido parecer intolerable —una verdadera herejía— en Moulinsart, sociedad gestora que controla (férreamente) y explota con gran aprovechamiento los suculentos droits d'auteur surgidos al amparo de la obra creada por el gran dibujante belga. ¿Y cómo piensan conseguir su objetivo? Pues quebrantando, nada menos, que la voluntad de Hergé y sacando, un año antes de 2053 —fecha en la que se cumple el septuagésimo aniversario de la desaparición de Georges Remi (fallecido el 3 de marzo de 1983)— una obra que vuelva a poner en marcha el contador de la propiedad intelectual. ¡Por intentarlo que no quede...! La noticia saltó a los medios de comunicación el pasado día 21, merced a las declaraciones conjuntas que representantes de la editorial Casterman y de la sociedad Moulinsart hicieron ese mismo día por la mañana, en una entrevista concedida a los periódicos Le Soir y Le Monde.

© Paco Roca


No obstante, desde ambas entidades —gestoras y beneficiarias únicas, hasta el momento, de tales derechos de autor— la maniobra ha sido presentada como un plan encaminado a mantener la calidad de la creación hergeiana y el buen nombre de éste y de sus personajes (de "proteger y promover" su legado, han hablado en la entrevista citada). El objetivo —según ha dicho Nick Rodwell, segundo marido de la viuda de Hergé (Fanny Vlamynck, luego Remi y ahora Rodwell), y quien controla con mano de hierro el tema de los derechos desde Moulinsart— es impedir que cualquiera pueda ponerse a hacer aventuras de Tintín libremente: «nuestra misión es proteger la obra. En 2052 se publicará una novedad, si no todo el mundo se pondrá a hacer Tintín de cualquier forma». No se ha precisado el formato que adoptará este nuevo e inesperado lanzamiento (álbum de historieta, película de dibujos animados, novela...), pero parece que el objetivo es claro: neutralizar cualquier intento de reinterpretación sobre el personaje y la serie.

© Aitana Carrasco Inglés


Por nuestra parte, recomendamos a Moulinsart y Casterman que busquen otras vías para poder seguir manteniendo el negocio que tienen montado con los derechos de autor, sin necesidad de quebrantar tan violentamente el deseo expreso de Hergé, quien manifestó que no quería perpetuar la vida de su criatura tras su muerte. En este sentido, pensamos que podrían lanzar una línea de cosméticos y productos de belleza —llamada Castafiore Volume Redux, o Tintin Hard Brillantine por ejemplo—, o bien una marca de comida basura al estilo McDonald o Burguer —cuyo nombre podría ser Sanzot Fast Food—, con los que seguro que obtenían un gran éxito y enormes beneficios económicos, además de diversificar considerablemente su potencial mercado y de respetar así, mucho mejor, la citada voluntad de Hergé. Total, como sólo se trata de que Tintín no caiga en manos de cualquier mindundi desaprensivo...

© Álvaro Nofuentes


De todas formas, y dejando aparte las bromas, yo me pregunto: ¿quién lo es más (desaprensivo, quiero decir)? ¿El que, desde el respeto y la admiración por la obra de Hergé la reinterpreta —incluso en clave paródica, burlona o, incluso, erótico-pornográfica (como hicieron, por ejemplo, el irreverente Jan Bucquoy en la irregular, desilusionante y previsible La vida sexual de Tintín, o Antonio Altarriba en ese evocador libro lleno de entusiasmo que es El loto rosa)—, o quien, con el único objetivo de no perder la gallina de los huevos de oro, está dispuesto a traicionar la última voluntad de Hergé, haciendo vivir a su personaje después de muerto el autor, o a dar una vuelta de tuerca más para intentar orillar con triquiñuelas legales dicho problema?

© Esteban Hernández


Hay otro aspecto que llama poderosamente la atención en todo este asunto y da un poco de repelús, y es la enorme previsión que han demostrado quienes, como el británico Rodwell, controlan —al igual que Cerbero las puertas del Hades— los derechos de autor, tomando medidas casi cuatro décadas antes de que el plazo de vencimiento legal llegue. Ya lo ha dicho la viuda de Hergé (actual Señora de Rodwell) en la entrevista citada al principio: «Tenemos 40 años para pensar lo que hacemos». ¡Eso es tomarse las cosas en serio y ser previsor! ¡Ya lo creo que sí...! ¡Pensando en lectores que todavía no han nacido...!



A pesar de todo lo dicho hasta ahora, quiero dejar clara una cosa: personalmente, no soy un defensor beligerante de la libertad absoluta de acceso a la creación intelectual, ni considero que la Cultura se aborte o se obstaculice porque existan derechos de autor moderados y lógicos. En la mayoría de los casos, quienes defienden una postura tan maximalista son, precisamente, aquellos que no han creado nunca nada y ven bien poder utilizar con total libertad y desparpajo lo que han hecho los demás con su esfuerzo y tesón. En este sentido, pienso que ha de haber algún tipo de control sobre la propiedad intelectual. Ahora bien, esto no quiere decir tampoco que sea partidario de la propiedad intelectual perpetua —que es la dirección hacia la que parece derivar la norma y la costumbre en muchos lugares (y la que, al parecer, le gustaría que rigiera a Moulinsart y Casterman)—, al menos aplicada en todos los casos y a cualquier tipo de creación. Y me explico: no veo mal, por ejemplo, que la perpetuidad en la protección se mantenga sobre aquellas obras cuyos autores cedieron sus derechos sobre ellas con una finalidad filantrópica. Por ejemplo: la cesión de los derechos sobre todas sus óperas que Giuseppe Verdi hizo para el sostenimiento de su Casa del Riposo o Casa per Musicisti, esto es la residencia para músicos que el genial compositor mandó construir y dotar económicamente a sus expensas. O el régimen de perpetuidad excepcional que el gobierno británico aplicó a los derechos de autor sobre el Peter Pan de J. M. Barrie, que el escritor había cedido para el mantenimiento del colegio para niños enfermos de Great Ormond Street, en Londres. Sin embargo, tampoco termina de gustarme la idea de que alguien pueda controlar los derechos de autor sobre una obra determinada de manera indefinida. Ante todo si pensamos que se trata fundamentalmente de ideas, pues tales son, a la postre, cualesquiera de las creaciones intelectuales que se pretenden bunkerizar tras las leyes del copyright. ¿Y hasta qué punto es lícito que una idea sea controlada por sólo un grupo específico de personas durante tiempo indefinido o perpetuo? ¿Qué habría sido del saber humano, de la Cultura, de la tecnología (en el caso de las patentes) si este veto inflexible sobre la creación se hubiera impuesto desde el principio de los tiempos, aplicando la idea —defendida por algunos teóricos— de que el derecho de propiedad intelectual forma parte inalienable del Derecho Natural y, por ende, ha de ser protegido de manera perpetua? ¿Qué habría ocurrido si tal cosa se hubiera hecho con La Ilíada, El Quijote, la Quinta Sinfonía de Beethoven, el Rigoletto de Verdi o Die Walküre de Wagner, Las Meninas de Velázquez, la Capilla Sixtina y tantas otras obras creadas por el ser humano?

© Nic Baró


En resumen: ciertamente pienso que la actividad de todo creador ha de estar protegida por las leyes para que se le reconozca, moral y materialmente, el derecho de autoría sobre su obra y la propiedad de la misma, así como el poder disfrutar de los beneficios (directos o indirectos) obtenidos y derivados de ella. Incluso, si me apuran, hasta podría comprender que tales beneficios y derechos alcancen a los herederos más directos del creador. Pero entonces llega el momento de plantearse la pregunta del millón: ¿y a partir de ellos (cónyuges e hijos) cuál debería ser el plazo en que tales derechos permanecieran vigentes? ¿Ha de haber necesariamente un plazo? ¿Debería ser indefinido? ¿Debería existir siquiera? Yo creo que los setenta años posteriores al fallecimiento del autor (o el último de ellos, en caso de haber más de uno) que contempla la mayor parte de la legislación europea y mundial es un plazo más que aceptable. Estaría dispuesto, incluso, a revisarlo al alza otorgando unos años más. Pero por encima de eso...

© Xavi Selles


En el caso concreto de Tintín y Moulinsart (también Casterman, podríamos añadir), lo que molesta a gran parte de los aficionados y seguidores del personaje es el modo, un tanto estricto, beligerante, agresivo y matonil con que los actuales detentadores de los derechos —y muy especialmente el antipático Rodwell— han afrontado la cuestión. El británico, incluso, hace unos años llegó a enfrentarse públicamente y de malas maneras contra estudiosos y periodistas que le criticaban por el exceso de celo y el mercantilismo con que ha venido gestionando todo lo relativo a la creación de su antecesor. También es recordado por el malestar que causó a toda la prensa europea, convocada para cubrir la inauguración del Musée Hergé de Lovaina la Nueva en mayo de 2009, cuando prohibió a los reporteros hacer fotografías o tomar imágenes de cualquier tipo. Todo esto ha hecho que Rodwell goce de muy mala fama entre los aficionados y seguidores de Tintín en todo el mundo, que ven en él a un individuo siempre dispuesto a coartar la libertad de expresión, espoleado por el exceso de celo y por un desaforado deseo de hacer caja a toda costa con la creación de Hergé.

© Juan G. Oller (Milimbo)


Yo, por si acaso y como pueden ver, he ilustrado la mayor parte de esta entrada con imágenes que no son estrictamente de Hergé (aunque tengan relación con Tintín) (*). No vaya a ser que, al tratarse de una crítica, los de Moulinsart —con el padrastro de Tintín al frente— quieran meterme un paquete, como ya intentaron con Altarriba y Ediciones de Ponent (por citar sólo dos de los casos más recientes y conocidos por estos lares). ¡¡Mil rayos!!

© Marisa Gallén


Para finalizar les pongo una imagen con la página de la entrevista origen de la noticia. Pertenece a Le Soir y la he encontrado aquí:


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(*) Todas ellas pertenecen al homenaje que un grupo de artistas realizó en marzo de este año, para conmemorar el trigésimo aniversario de la muerte de Hergé. Apareció publicado en el suplemento cultural Quadern de la edición valenciana de El País, acompañando un artículo de Carlos Gámez y puede verse pinchando en el siguiente enlace.

4 comentarios :

  1. Afortunadamente, Nick Rodwell tendrá 100 años en 2052. No se le pueden poner puertas al campo, y los derechos de Tintín no van a ser una excepción. El Tintin de Hergé YA siempre será el de Hergé y nunca será de otros, por muchas réplicas que se quieran hacer. De hecho, con las obras de Goscinny, pasa lo mismo, a pesar de que se sigan publicando Astérix, Iznogud o Lucky Luke (aunque este último caso es distinto, ya que el Lucky Luke es de Morris). El dibujo se podrá mimetizar, pero la obra, amigos, eso es otra cuestión.
    Calvin and Hobbes, Mafalda, Corto Maltés,... No son Tintín, pero también son muy famosos. Ninguno ha necesitado de tanta parafernalia y no se van publicando obras a destajo de estos personajes

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    1. En eso, desde luego, tienes toda la razón: por mucho que intenten revivirlo, Tintín, el verdadero, el genuino, el fetén, el auténtico Tintín sólo será el de Hergé, y no habrá aventura nueva que consiga hacernos olvidar las que vivimos en su momento de la mano del genial autor belga. Entre otras razones, porque pocos individuos tienen el talento narrativo que Hergé poseía.

      El ejemplo de Goscinny está, también, muy bien traído, pues ninguno de los álbumes de los personajes que él creó y han continuado otros igualan en calidad a aquellos otros en los que él firmó el guión. Y es que estos individuos (Hergé, Goscinny, Charlier, Giraud, Foster, etc.), cada uno en sus respectivos campos, son sencillamente inigualables e irrepetibles.

      De todas formas, la sensación de incomodidad por el hipócrita mercadeo (eso de que quieren salvaguardar la herencia de Hergé) permanece... Al menos en mi caso.

      Un saludete.

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  2. Como curiosidad y para que vea hasta qué punto el tema de los derechos de autor es complicado y, por tanto, injusto le recomiendo que se informe sobre el copyright de la obra del compositor francés Maurice Ravel, muerto en 1937. Una verdadera espiral de millones, hipocresía y avaricia.

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    1. Muchas gracias por el dato (que sólo conocía de refilón, y sobre el que buscaré más información). Si no recuerdo mal, en este caso del célebre compositor, ha sido la presencia de Jean-Jacques Lemoine --una especie de Teddy Bautista a la francesa-- la que enfangó, en su momento, todo el proceso de transmisión de derechos y de paso de los mismos al dominio público, que debería producirse en 2015. Por eso decía yo en el texto que la tendencia habitual en los herederos o gestores de derechos es la de imponer la propiedad intelectual perpetua. Pero no debería consentirse que ello ocurriera. Por el bien del conocimiento humano y de su libre transmisión. Aunque tal y como están las cosas en el mundo --con un permanente retroceso de derechos y libertades en nombre de la recuperación económica-- todo es posible... Vamos a peor en todo, desde luego.

      Gracias también por el comentario.

      Un saludo.

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