lunes, 3 de octubre de 2011

CRISIS ECONÓMICA Y TEBEOS: UNA VALORACIÓN



QUIERO empezar confesando que la idea de escribir estas líneas surgió después de leer los comentarios que los visitantes de La cárcel de papel han ido publicando en estos últimos días, a raíz de dos entradas (aquí y aquí) que Álvaro Pons —propietario de este blog— dedicó a dar noticia de algunos recortes económicos que afectarán al mundo de la historieta. Recortes que son una manifestación más de la política de austeridad que los responsables políticos han comenzado a aplicar, a consecuencia de esa crisis económica que el Gobierno de la nación nos había escamoteado por interés electoralista, y que ha aparecido de repente ante nuestras narices, amenazando con llevarse por delante nuestro modesto estado del bienestar. Pero si se han visto ya "tocados" sectores tan delicados como la enseñanza, el empleo o la sanidad, era evidente que el tijeretazo terminaría llegando, tarde o temprano, también a la Cultura. Y no sé por qué motivo los aficionados se extrañan tanto de que, dentro de ésta, la peor parte termine recayendo sobre lo más débil del sector: es decir, los tebeos.

Porque no nos engañemos: a nosotros nos gustan, incluso nos apasionan; pero debemos reconocer que los tebeos en España pitan menos que un silbato de plastilina. La historieta, en nuestro país, es una manifestación cultural endémicamente muy débil, con una capacidad prácticamente nula de influir sobre el conjunto de la población, que está muy poco valorada por la sociedad general y que tampoco proporciona grandes beneficios económicos (aunque no sean baladíes sus cifras de venta dentro de la industria editorial). Bueno, de hecho es que para algunos ni siquiera se trataría de una manifestación cultural. ¿Hace falta recordar aquí, de nuevo, el caso de Vicente Molina Foix, que tanto dio que hablar en su momento? Pero la razón principal de esta insignificancia, la más importante de todas, radica en el hecho de que en España nunca hemos tenido una afición potente y amplia. Jamás ha existido un público lo suficientemente numeroso y fiel —como lo hay en Bélgica, en Francia e incluso en Italia—, capaz de mantener una industria bastante raquítica que se mueve a niveles casi de subsistencia (salvo casos muy concretos). ¿Cuándo se han visto aquí, por ejemplo, cifras de venta anuales similares a las citadas recientemente en la necrológica que he dedicado al editor italiano Bonelli? Y, claro está, por otro lado es que tampoco tenemos unas autoridades que conciban la historieta como una realidad cultural más: ¿qué exposiciones hay aquí? ¿qué eventos se organizan en torno a los tebeos (exceptuando los tradicionales salones)? ¿qué cursos, qué conferencias, qué actividades? Se va haciendo algo, poco a poco, pero... Y así ocurre, claro: los tebeos son leídos por un público escaso; el público está formado por personas; las personas son votantes y dichos votantes son la única cosa que, a la postre, les interesa a los políticos. De modo que, a pocos votantes potenciales, menor interés por la actividad. De todas formas ya digo: la crisis es tan grave y profunda que no sólo se verá afectada la historieta. Y si no, al tiempo*.

Las malas noticias han empezado a llegar desde Galicia, Valencia y Aragón, pero no hay que descartar la posibilidad de que, en los próximos meses, continúen apareciendo casos similares. Ya veremos, por ejemplo, qué ocurre finalmente con ese Museu del Còmic i la Il·lustració que estaba proyectado en Cataluña. A principios de 2011, y ante el cambio de gobierno en aquella comunidad autónoma, los miembros de la APIC y FICOMIC ya hicieron público un comunicado rogando que no se abandonara el proyecto iniciado. Pero ahora, con la cruda situación económica y el lamentable estado en que se hallan las arcas catalanas —prácticamente en quiebra y sin capacidad para obtener financiación de una deuda descomunal y en gran parte derivada del despilfarro— proyectos como el del Museo pueden correr serio peligro, o verse retrasados sine die. Aunque en este caso concreto pienso, de verdad, que hay bastantes posibilidades de que la cosa no se pare, pues como las líneas directrices están claramente contaminadas por un intencionalidad política de "hacer nación" puede que al nuevo gobierno nacionalista de CiU le parezca rentable seguir adelante, dada la deriva independentista que ha venido adoptando desde hace un tiempo. Y ello a pesar de que, hace nada, sus responsables han propuesto recortar los complementos de destino en la nómina de los empleados de la Sanidad y, sin embargo, no parecen haber contemplado antes la posibilidad de eliminar, por ejemplo, cosas más superfluas, como esas "embajadas" que el anterior gobierno tripartito abrió por el mundo con un coste elevadísimo. Pero sigamos.

La futura sede del Museu, en Badalona


En Galicia, el gobierno regional ha decidido efectuar diversos recortes y ajustes que buscarían la reducción de los 600.000 euros presupuestados por la Junta en 2010 para fomentar la denominada banda deseñada, y que iban a repartirse de manera bastante terciadita: subvenciones para el fomento de la lectura, dotación de bolsas y becas para los creadores, compra de tebeos para las bibliotecas públicas, ayuda a editoriales, etc. Ante la nueva coyuntura económica —mucho más grave que hace un año y empeorando a cada instante que pasa—, el mismo ejecutivo que presupuestó en su momento esta partida ha decidido dar marcha atrás y modificarla para adaptarla, según su criterio, a las nuevas necesidades económicas. En este caso no hablamos de supresión total, pero sí es cierto que se va a producir un drástico recorte.



En el caso de Zaragoza, los responsables del Ayuntamiento han declarado que las arcas del consistorio están vacías y que resultará imposible aportar los 30.000 euros necesarios para sacar adelante el Salón del Cómic, que este año llegaría a su décima edición. El titular de Cultura del consistorio, Jerónimo Blasco, ha asegurado que se hará todo lo posible para que el evento —cuyas fechas de celebración estaban ya fijadas para los próximos días 16, 17 y 18 de diciembre— pueda salir adelante. Pero para ello sería necesario encontrar patrocinadores privados. También se ha propuesto otra solución alternativa: el cobro de la entrada, pero los colectivos organizadores —bastante intransigentes, en mi opinión— han rechazado la iniciativa, argumentando que el nivel de asistencia se vería reducido. En fin, personalmente creo que en tiempos como los que vivimos es necesario demostrar mayor cintura, entre otras razones porque parece preferible tener un Salón de Cómic, aun con menor número de visitantes, a no tener nada. Además, no veo yo que sea tan desorbitado el precio de 4,00 euros, propuesto como tarifa por el precio de la entrada. Ni me parece un obstáculo insalvable. ¿No será, más bien, que nos hemos malacostumbrado a que todo (o casi todo) lo que tiene que ver con la Cultura sea gratis o esté subvencionado? Y es que si el personal está dispuesto a dejarse todos los fines de semana una buena cantidad de dinerito en copas y diversión, tampoco me parece a mí que 4,00 euros vayan a ser un inconveniente que te impida disfrutar de un evento como éste.



El tercer foco de atención en los recortes se halla en Valencia, donde sus autoridades municipales han tomado la iniciativa de suspender la celebración de la Mostra de Cine, dentro de la cual había una sección dedicada a la historieta (Mostra Còmic). En este caso concreto parece que se trataba de una muerte anunciada, puesto que a la endémica falta de un proyecto bien definido para llevar a buen puerto el Festival cinematográfico —siempre errático—, se ha venido a unir el inconcebible comportamiento de su último director artístico —Salomón Castiel—, quien hace un par de días realizó unas declaraciones confesando que sólo dedicaba a la organización los ratos libres y las noches. Poca dedicación, me parece a mí, por un sueldo que asciende, al parecer, a los 100.000 euros anuales. Evidentemente, los responsables municipales de la ciudad del Turia apenas han tardado en responder, y lo han hecho por boca de la alcaldesa Rita Barberá, quien ha anunciado la suspensión sine die del Festival, «hasta que la economía remonte». Y con él se irá, claro está, la Mostra Còmic, que tampoco ha tenido un balance demasiado positivo en las dos únicas ediciones realizadas hasta la fecha, tal como se comenta detalladamente aquí.



Pero no hay mal que por bien no venga, y el ejemplo de Castiel —así como otros muchos que, sin duda, nos encontraríamos repartidos por toda la geografía topográfica y política de España, a poco que buscáramos— debería servirnos para darnos cuenta de que es necesario empezar a poner coto a los numerosos abusos y despropósitos que se han venido dando en nombre de la Cultura y de su gestión. Demasiada gente viviendo del cuento y poca responsabilidad por parte de los políticos que nombran a estos gestores. Las sorprendentes y jugosas declaraciones del realizador Tinieblas González —destapando el modo en que funcionan las subvenciones al cine en nuestro país—, o el escandaloso y sangrante caso de la denominada "trama de la SGAE" —sociedad privada y rapaz, de la que todo el mundo desconfiaba, y a la que el Gobierno había delegado unas competencias que nunca tendría que haber cedido— son dos ejemplos paradigmáticos y bien recientes de lo que quiero decir: desviación de fondos, despilfarro y malversación de caudales públicos, fraude a Hacienda, etc. Son sólo algunos de los delitos que el juez Ruz está investigando ahora mismo, y que ponen en evidencia la falta de control por parte de un Ministerio de Cultura, que debería haber fiscalizado a esa sociedad privada. Es evidente que deberá exigirse alguna responsabilidad a sus altos cargos —empezando por la ministra González-Sinde (que es miembro de la SGAE y tiene intereses personales coincidentes con los que defiende esta entidad)— por todos los desmanes cometidos en nombre de la Cultura que ahora están saliendo a la luz.



Personalmente siempre he sido partidario de lo público, pero considero que con el dinero de todos —ése que cierta ministra de Cultura reciente dijo que no era de nadie—, hay que ser especialmente cuidadoso. Exquisito, si me apuran. Es imprescindible que se dé un control y cierta racionalidad mínima que no ha existido, ni por asomo, en estos últimos años de despilfarro (especialmente por parte de las comunidades autónomas). Por otro lado, parece evidente que los responsables políticos tendrán que ser muy cuidadosos en el futuro a la hora de elegir en qué y cómo van a gastar el poco dinero disponible. Deberán marcar las prioridades y, me temo, que en una coyuntura tan grave como la actual éstas no van a encontrarse, precisamente, en lo cultural. Es duro reconocer que cuando hay problemas lo primero que se ve afectado es la Cultura, pero la cosa tiene, hasta cierto punto, su explicación y su lógica. Con más de cinco millones de parados, cuando se le ha recortado el sueldo a los empleados públicos —que, a pesar de todo, son seres humanos y tienen derecho a poder vivir—, cuando se congelan las pensiones, resulta complicado pretender que los políticos —empujados casi siempre por el electoralismo y su mentalidad cortoplazista— vean como algo prioritario que se sigan concediendo ayudas y subvenciones públicas a las actividades culturales. O, al menos, en la misma cantidad y proporción que se hacía antes. Más de uno argüirá que invertir en Cultura es hacerlo en el futuro, y no está equivocado; pero nadie podrá discutir, a la vez —y si lo hace, a ver con qué argumentos o fuerza moral, en una cuestión que se presta magníficamente a la demagogia— que el esfuerzo inversor público ahora tiene que dirigirse (y concentrarse) a cubrir y mantener en lo posible sectores realmente vitales para la sociedad (enseñanza, sanidad, cobertura por desempleo, etc.), y no los que afectan al ocio o la Cultura (siempre necesarios, pero no imprescindibles). Quizá, a lo mejor, es que ha llegado el momento de buscar fórmulas imaginativas y vías de financiación distintas y alternativas a las tradicionales de lo público (como ocurre en otros países a los que no les va tan mal). ¡Quién sabe! El caso de la propuesta hecha desde el Ayuntamiento de Zaragoza, por ejemplo, me parece muy ilustrativo e interesante. Un mecenazgo privado que, de verdad, sea efectivo y no tenga que venir siempre de las administraciones públicas.



Por supuesto, al mismo tiempo deseo que los sacrificios no recaigan siempre sobre los mismos: trabajadores, clases medias y sufridos ciudadanos que soportan sobre su espalda todo el peso del sistema. Por esa razón exijo que se pidan responsabilidades a los bancos —al haber sido los principales causantes de la crisis— y a los gobiernos por no haber realizado su función de tutelaje y vigilancia. En el caso concreto del que ha liderado Rodríguez Zapatero, ha sido vergonzoso e indignante ver cómo después de haber estado agitando la bandera demagógica de su supuesto socialismo, al final se haya sometido servilmente al poder de la banca. Y, por cierto: si alguna entidad financiera tiene que caer por el camino, pues que caiga. Y si con ello el sistema se va al carajo, pues que se vaya, y a otra cosa, mariposa. Sería bueno, también, que se controlen (y recorten, en su caso) los gastos de los políticos, los de sus cargos de confianza, las subvenciones a sindicatos, partidos y otras asociaciones (CEOE, etc.), los coches oficiales, el déficit derivado de la multiplicidad burocrática y administrativa  —un país que tiene tres o cuatro instancias administrativas y multitud de organismos que se solapan en sus funciones, unos a otros, no es viable—. Y quiero que ese control lo lleve a cabo cualquier partido que acceda al gobierno de la nación. Me da igual que sea liberal —como parece que ocurrirá después del 20-N— o socialdemócrata. Hay que empezar a recortar en gastos banales y gestionar mucho mejor el dinero público gastado.



En todo caso, la situación es tan grave, y las medidas que se han de adoptar tan traumáticas, que nos hallamos ante una tarea que no podrá solucionar un solo partido político. Es necesario actuar de consuno. Hace falta el esfuerzo de todos. Pero esto es algo que no parecen entender ciertos individuos, espoleados siempre por el fanatismo sectario y la cerrazón ideológica. Y ahora quiero referirme de nuevo a los comentarios de los lectores de La cárcel de papel, pues han sido, como ya dije antes, los responsables últimos de que me decidiera a redactar esta entrada. Lo que más me sorprendió al leerlos fue el grado de sectarismo y la irracionalidad que mostraban la mayoría de sus autores, enrocándose en posiciones insostenibles y maniqueas que, a mi modo de ver, no tienen sentido alguno en las presentes gravísimas circunstancias, puesto que todos —ab-so-lu-ta-men-te todos— los partidos políticos tendrán que ponerse a recortar de donde puedan. Y mejor sería lanzar propuestas interesantes para enriquecer el debate, antes que ponerse a despotricar porque el político que adopta ciertas medidas no nos cae bien, o sintoniza poquito con nuestra ideología particular.

 El personal tiene ganas de atizarse


Lo cierto es que, ante la primera noticia publicada por Pons —la de los recortes en Galicia—, los comentarios se iniciaron ajustándose bastante bien al tema de la entrada. Pero, a partir de un par de intervenciones contrarias al mantenimiento de las subvenciones y ayudas —dado el estado general de crisis económica—, empezaron a estallar las consignas partidistas, hasta llegar a la intervención de cierto energúmeno —bastante habitual en ese blog y caracterizado por unos comentarios que no destacan, precisamente, por su brillantez o enjundia— al que no se le ocurrió otra cosa que proponer públicamente la comisión de un acto delictivo y terrorista, sugiriendo que sería mejor invertir un poco de dinero en dinamita para hacer saltar por los aires con ella la llamada Cidade da Cultura, un proyecto arquitectónico consistente en la creación de varios espacios culturales en la ciudad de Santiago de Compostela (Museo de Historia de Galicia, Casa Mundo, Biblioteca y Hemeroteca, Escenario Obradoiro, Edificio de servicios centrales, Torres de John Hedjuk...), que fue iniciado en 1999, bajo el gobierno de Manuel Fraga, y al que la Xunta siempre ha dado prioridad (incluso en la época del gobierno bipartito de socialistas y nacionalistas gallegos). De esa manera tan cívica y tan democrática, es como ese cretino piensa ahorrarnos a los contribuyentes los 2,5 millones de euros anuales que, según otro comentarista, costará el mantenimiento del proyecto. Lo más curioso del asunto, sin embargo, es que tanto el "dinamitero" descerebrado como quien dio la noticia que inspiró a éste, se mostraron indignados en los comentarios por el desprecio hacia la Cultura que, según ellos, ha demostrado el nuevo ejecutivo de Nuñez Feijoo, al haber recortado las ayudas a la historieta. Sin embargo, como puede verse, da la sensación de que lo verdaderamente importante para estas personas no es la Cultura misma, sino la orientación ideológica de quien en cada momento la gestiona. Imagino que, desde su maniqueista modo de ver las cosas, hay diferentes "culturas", y que éstas valen más o menos según el signo político de quienes las fomentan. En fin, Serafín.

Las ondulantes formas de la Cidade, emulando la sinuosa topografía del monte Gaiás en que se asienta


Tampoco tienen desperdicios los comentarios que se publicaron cuando Pons informó de la posible suspensión del Salón del Cómic de Zaragoza. Aquí el nivel de incongruencia alcanzó límites esperpénticos, pues para condenar este hecho los intervinientes comenzaron a arremeter contra el PP y contra la Iglesia, imagino que sin percatarse siquiera de que el Ayuntamiento de la ciudad maña está gobernada por una coalición PSOE-IU y que han sido sus dirigentes los responsables de la medida. De hecho, después de burlarse de significados líderes del partido conservador, que ninguna responsabilidad tienen en los asuntos zaragozanos —acusándolos de hacer recortes y de arruinar la buena política social del PSOE (cuando todavía ni siquiera han empezado a gobernar)—, alguno de los comentaristas llegó, incluso, a defender a la vez una cosa y su contraria, pues tras alabar la gestión de Zapatero —no entiendo el motivo, la verdad—, acusó a los bancos de haber causado la crisis —lo cual es cierto— y al mismo tiempo criticó a «los gobiernos que les dejen hacer y deshacer a su antojo», cosa que no se compadece muy bien con lo dicho anteriormente, toda vez que ha sido el ejecutivo de Rodríguez Zapatero el que, en nuestro país, ha permitido que la banca hiciera y deshiciera a su antojo, sin exigirle la menor responsabilidad a sus ejecutivos, y después de haberla saneado con un dinero público que ahora escasea para otros fines mejores. Pero bueno... Imagino que cuando se trata de atacar al enemigo ideológico todo está permitido, incluso hacer el ridículo. Menos mal que otro participante en el debate hizo ver la incongruencia de estas afirmaciones gratuitas y partidistas.



En fin, Serafín. Si me he detenido a describir con tal minuciosidad el contenido de estos comentarios extemporáneos y faltos de rigor es porque me llamaron la atención al leerlos, y porque me quedé sorprendido al comprobar el grado de partidismo e irracionalidad de algunos ciudadanos que, ni siquiera, en momentos tan graves como los actuales, son capaces de evaluar la situación y dejar aparcadas las diferencias ideológicas. Y es que no será, precisamente, con el sectarismo, el odio al adversario y la cerrazón ideológica como consigamos salir adelante. Estamos tan hundidos en la fosa séptica que sólo empujando entre todos y en la misma dirección lograremos salir de ella.



Para concluir, me gustaría dejar una puerta abierta a la esperanza y hacer una reflexión (que ojalá coincidiera con el sentir de todas las partes que, en cada caso, han de intentar llegar a un compromiso). Entiendo perfectamente que los responsables políticos, a la hora de priorizar el gasto, hayan llegado a la conclusión de que es preferible concentrar esfuerzos (y dinero) en aquellos ámbitos realmente imprescindibles para la sociedad: sanidad, educación, infraestructuras, etc. ¿Pero no podría buscarse una solución intermedia y menos traumática, de manera que hablásemos de "reajustes", antes que de "recortes", propiamente dichos? Puesto que, como señalé el principio de la entrada, el sector de la historieta es posiblemente uno de los más débiles y menos favorecidos (si no el que más) de todos los de la Cultura, pienso que en esta época de crisis —cuando más hay que cuidar el gasto—, quizá habría que cambiar un poco las prioridades inversoras y volcarse en él para que no se pierdan los tímidos avances obtenidos hasta la fecha. Lo que voy a decir a continuación puede molestar a más de uno —pues parece que privilegio una cosa para perjudicar a otras—, pero ¿quién duda que el cine, la música, el teatro, la literatura poseen ya en nuestro país infraestructuras lo suficientemente sólidas y un reconocimiento social lo suficientemente fuerte, sólido y duradero como para no temer que peligren por causa de la crisis? La padecerán, sin duda, pero no creo que su desarrollo y supervivencia estén amenazados. La historieta, en cambio, sólo desde hace pocos años ha empezado a tejer tímidamente esa infraestructura que otros sectores culturales ya tienen, y sería muy arriesgado cortar de golpe ahora las vías de financiación que han permitido llegar hasta aquí. Digamos que, frente a sus "hermanos mayores", la historieta aún necesita la ayuda de los "padres" para salir adelante. Tampoco es tanto, por otra parte. Quizá con un pequeño esfuerzo y un mucho de buena voluntad...

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* Después de tener redactado el texto me entero por la prensa de que también se han empezado a parar o suspender actividades relacionadas con otras facetas de la Cultura (cine, música, etc.). Y otro tanto podemos decir hablando del extranjero. Así, por ejemplo, acabo de saber que la empresa alemana Siemens —una de los principales sostenedoras privadas del célebre festival wagneriano de Bayreuth— ha decidido renunciar a su labor de patrocinio por causa de la crisis.

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