lunes, 20 de febrero de 2012

CUESTIÓN DE INTERESES...



Jacinto Benavente, Los intereses creados. Comedia de polichinelas en dos actos, tres cuadros y un prólogo.— Dirección: José Sancho.— Intérpretes: José Sancho (Crispín), José Montesinos (Leandro), Alicia Ramírez (Doña Sirena), Manolo Ochoa (Arlequín), Ángel Fígols (Capitán), Elena Seguí (Colombina), Juansa Lloret (Hostelero), Nuria Herrero (Silvia), Paco Alegre (Polichinela), Cesca Salazar (Sra. de Polichinela), Paula Bares (Laura), Estela Martínez (Risela), Paco Vila (Sr. Pantalón), Carles Rosselló (Doctor), Jorge San Félix (mozo).— Producción del Centre Teatral de la Generalitat Valenciana.- Estrenada en el Teatro Lara de Madrid el día 9 de diciembre de 1907.— Teatros del Canal de Madrid.— Viernes 10 de febrero de 2012.

Jacinto Benavente

«CREEDLO. Para salir adelante con todo, mejor que crear afectos es crear intereses...». Con esta frase lapidaria, sentenciosa y rebosante de conocimiento sobre el ser humano, el avispado personaje de Crispín pone fin a Los intereses creados, esa "farsa" que don Jacinto Benavente estrenó en el ya lejano año de 1907, con un sorprendente éxito de crítica y de público. Una frase premonitoria que, pese al tiempo transcurrido, parece haber sido escrita para aplicar a los tiempos de crisis que vivimos, pues resume a la perfección lo que está ocurriendo. Y es que, en efecto, para salir del atolladero en que nos han metido, los responsables del mismo —esto es, banqueros, grandes empresarios y políticos— han fortalecido sus "intereses" mutuos preexistentes y han "creado" otros nuevos, haciendo que todo el coste de la llamada "recuperación" caiga implacable sobre los hombros y las espaldas de los indefensos ciudadanos, que no tienen culpa alguna, pues ni crearon la crisis ni se beneficiaron especialmente de las condiciones económicas que llevaron a ella. De modo que, sin mostrar el menor "afecto" o comprensión hacia los más débiles y con la connivencia de un poder político entregado por completo, están aplicando todo tipo de recortes sociales y económicos que van a empeorar nuestras condiciones generales de vida, haciéndonos retroceder décadas en nuestro estado de bienestar. Y lo harán, además, tras salir indemnes de la situación en que nos han metido por causa de su codicia, incompetencia y falta de previsión, y dando un trato exquisito y deferente a las grandes empresas y la banca, que han sido las principales responsables de la crisis. En definitiva, señores: es indudable que la máxima de Crispín se ha cumplido a rajatabla en nuestro tiempo.



Sin embargo, no parece que haya sido esta lectura en clave abiertamente "política" del texto benaventino lo que ha impulsado a José Sancho a llevarlo a escena, aunque tampoco falta del todo algo de exégesis en esta dirección (a juzgar por las palabras del propio actor, incluidas en una entrevista que le han realizado con motivo de la presentación de la obra en Madrid): «Individualmente los afectos son muy importantes y, a la hora de la verdad, los necesitas, pero para sobrevivir en este maremágnum de esta profesión y de este mundo de política y de economía, ¡claro! No he visto aún ningún gobierno ni ningún ministerio de finanzas que cree afectos»(1). Sea de una u otra manera, lo cierto es que la obra de Benavente ha llegado a la ciudad que viera su estreno hace más de un siglo, después de haber estado la pasada temporada durante cinco meses en las salas de Teatres de la Comunitat de Valencia, con el cartel de "No hay localidades" y un absoluto éxito de público.



A pesar de haber escrito más de 170 obras de teatro, puede afirmarse que Los intereses creados es, junto a La malquerida, la más famosa, reconocida y representada de Benavente. Se trata de un texto que combina hábilmente la sátira con el humor y donde el dramaturgo madrileño homenajea expresamente una tradición escénica de tan rancio abolengo como es la Commedia dell'arte italiana. Pero no lo hace de manera servil, sino que asimila esta influencia, la utiliza y la transforma para otorgar a todos los personajes —algunos tan conocidos como Polichinela, Arlequín o Colombina— una psicología española indubitable, detrás de la cual hallamos ecos de nuestro teatro del Siglo de Oro y del género novelístico de la picaresca. Así, junto a los caracteres ya citados, nos encontramos con otros personajes, como los vividores Crispín y Leandro —verdaderos protagonistas de la pieza—, que nos remiten a esa rica tradición literaria barroca hispana.



Para poner en escena este divertimento benaventino José Sancho —que lo dirige y protagoniza— ha optado por la fidelidad absoluta al texto y al marco geográfico y temporal en que se desarrolla la acción: una ciudad italiana indeterminada a principios del siglo XVII. A ella llegan dos pícaros impenitentes —Crispín y Leandro— dispuestos a sobrevivir como sea. Gracias a la habilidad retórica y a los buenos oficios del primero de ellos, conseguirán hacer creer que Leandro es un gran señor, tejiendo toda una red de "intereses creados" en la que se terminarán viendo envueltos diversos habitantes de la ciudad: un poeta (Arlequín), un capitán, una rica viuda que está en apuros económicos (Doña Sirena), un mesonero, uno de los hombres más ricos de la villa (Polichinela), su joven hija (Silvia), etc. De esta manera, y apoyándose cada uno de ellos en sus miserias y conveniencias (debidamente manipuladas por el habilidoso Crispín), se llegará al extremo de intentar casar a Leandro con Silvia. Pero ambos jóvenes acabarán enamorándose de verdad y el primero estará dispuesto a desvelar públicamente su engaño, echando a perder el edificio de engaños levantado por Crispín. No obstante, al final éste hará ver que es mucho más ventajoso para todos que la boda se lleve a cabo y que Polichinela asuma los gastos derivados de ella, así como aquellos otros que ambos pícaros han ido contrayendo a lo largo de sus andanzas, de manera que se evite el escándalo por el dudoso pasado de quien ha de convertirse en su futuro yerno.



Unos sencillos decorados y el eficaz e imaginativo vestuario del modisto Francis Montesinos —que da un toque actualizador y fresco a los trajes de época— son los únicos elementos necesarios para que el plantel de actores haga pasar al público un rato muy agradable. Y al frente de todo ello José Sancho, actuando como deus ex machina y factotum de las funciones. En mi opinión, el valenciano es uno de los intérpretes que mejor dice y actúa de todo el panorama actoral español. Y lo viene haciendo —si mi memoria no me falla— desde los tiempos en que era "El Estudiante", de la exitosa serie de Televisión Española Curro Jiménez. ¿Se acuerdan ustedes? Luego vinieron otros muchos papeles en cine y teatro —recuerdo ahora mismo su presencia en El Dorado de Saura—, hasta llegar al don Pablo de Cuéntame lo que pasó, que acaba de abandonar recientemente y tanta fama le ha dado. Esta brillante (y longeva) trayectoria profesional se percibe en escena, donde Sancho actúa como maestro de ceremonias desde el principio al fin de la obra. Magnífica la interpretación del valenciano; magnífica y fiel al texto de Benavente, lo que no fue óbice para que dejara caer algunas improvisaciones que se vieron premiadas con la sonrisa del público (pues de todos son conocidos el desparpajo y la lenguaraz soltura del popular actor).



En el resto del elenco yo destacaría muy especialmente las actuaciones de Alicia Ramírez, que construye una Doña Sirena muy bien dicha y convicente en lo gestual —con gran autoridad, como requiere el personaje, a pesar de la juventud de la intérprete—, así como la Colombina de Elena Seguí, que da perfecta réplica a la anterior. Muy correctas, asimismo, la Silvia de Nuria Herrero y la Sra. de Polichinela de Cesca Salazar y simpatiquísimas la Laura de Paula Bares y la Risela de Estela Martínez, como quedó demostrado en su alocada escena conjunta con Alicia Ramírez. El balance masculino, empero, fue algo más flojo: un Leandro muy sosito, retórico y declamatorio el que construyó José Montesinos, y un mesonero en exceso gritón y destemplado, el de Juansa Lloret. Interesantes el Arlequín y el Capitán de Manolo Ochoa y Ángel Fígols —el primero un poco exagerado, aunque el tono le iba bien al papel— y más que correcto el resto del reparto.

En definitiva: una velada muy agradable que sirvió para recuperar en las tablas madrileñas un texto que hizo época en su momento. Y es que, no en balde, el día de su estreno en la Villa y Corte Jacinto Benavente fue llevado en volandas desde el Teatro Lara hasta su domicilio. No ha sido tanta la efusión en estas funciones madrileñas. Pero es que tal y como andan las cosas, y con lo que llevamos visto desde 1907, la gente ya no se deja impresionar tan fácilmente. Además, antes que llevar en volandas a nuestros actores, lo que muchos preferirían es correr a boinazos a nuestros políticos y banqueros. Así están las cosas en nuestra descreída y vapuleada época.


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(1) En la revista Teatros, año XIII, nº 118 febrero 2012, p. 29.

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